El Centro de San Diego para la Biotecnología de Algas en la Universidad de California proyecta extraer combustible de las algas. Este biocombustible, muy similar al crudo tradicional, tiene un rendimiento de unos 11.400 millones de litros por hectárea, entre 50 y 70 veces más que el etanol de maíz.
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Además de no interferir con los cultivos alimentarios, las algas tienen la ventaja de proliferar en aguas turbias y saladas, así como en climas áridos. Lo cual muestra el potencial productivo en desiertos y otras tierras marginales, inadecuadas para la producción de alimentos.
Por otro lado, las algas absorben carbono durante la fotosíntesis, con lo que se compensan las emisiones de CO2 liberado durante la quema de combustible. Es más, según los estudios, los combustibles elaborados a partir de algas producen un 60% menos de dióxido de carbono que el petróleo, si se compara el ciclo vital de ambos productos.
Estos organismos unicelulares de rápido crecimiento convierten la luz solar en lípidos que, a su vez, pueden reconvertirse en combustible para transporte sin demasiada modificación. Su proporción de aceite puede llegar al 50%. Con todo, los impulsores del proyecto argumentan que en un plazo de 5 a 10 años estará lista la tecnología que permita producir combustibles procedentes de algas en grandes cantidades.
De momento, aunque aún sea más barata la extracción de petróleo, los objetivos internacionales para la reducción de emisiones e incentivar las energías verdes ya está atrayendo inversión hacia el ámbito de las algas. Y el director del proyecto californiano, Stephen Mayfield, va aún más lejos al afirmar que “un día las algas se producirán a gran escala, tanto en Estados Unidos como en otros países”.
Imagen: Lee Natchtigal
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