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Niños libres de toxinas

Las investigaciones demuestran que vivimos rodeados de sustancias tóxicas procedentes de los alimentos, los muebles, la pintura de las paredes, los productos de limpieza o los cosméticos, por citar las fuentes más cercanas. El organismo en desarrollo de los niños es el que peor parado puede salir, tanto a corto como a largo plazo.

Las alergias o los problemas cognitivos pueden ser la consecuencia en la infancia, si bien al llegar a la edad adulta el resultado puede manifestarse mediante alteraciones hormonales, incluida la infertilidad, e incluso cáncer. Este riesgo se puede minimizar si tomamos precauciones desde el momento de la concepción.

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Especialmente en caso de embarazo, los cosméticos naturales nos aseguran que no estamos expuestos a los ftalatos y parabenos y que aportamos ingredientes saludables a nuestra piel.

Es importante asegurarnos que el lápiz de labios no contiene plomo y evitar las lacas de uñas sin garantía natural. Los suavizantes y ambientadores sintéticos también son productos a evitar. El vinagre, el limón o el bicarbonato son productos eficaces y seguros a la hora de limpiar nuestro hogar.

Al contrario que los pesticidas para las plantas y las mascotas. Existen formas ecológicas y seguras de cuidar y mantener bajo control el jardín y los animales de compañía.

Esos pesticidas quedarán fuera de nuestro plato si consumimos productos orgánicos. Comer menos carne, especialmente la que contiene más grasa, también evitará que con ella ingiramos las toxinas que acumula. Igualmente, se recomienda reducir al mínimo el pescado con mayor carga de mercurio, como el atún o la lubina. Por su parte, el pescado de piscifactoría acumula sustancias químicas como los bifenilos policlorados. Sardinas, arenques, anchoas o caballa del norte europeo son más seguros.

Las comidas y bebidas enlatadas también nos exponen a la toxicidad de los BPA, cuya incidencia en el cáncer de mama ha quedado probada. Las botellas de plástico por su parte pueden transferir partículas tóxicas al líquido que contienen. Lo más saludable es consumir zumos naturales, libres de aditivos, y agua del grifo purificada, sin el riesgo que supone el consumo a largo plazo de metales pesados y cloro.

No hace falta recordar que lo mejor para el bebé es la leche de la madre y que esta lleve una vida saludable. Cuando se utilice biberón, el mejor es el de vidrio porque no transfiere sustancias químicas a la leche. El mismo principio debe aplicarse al microondas, desaconsejado por numerosos científicos, y no calentar nunca la comida en recipiente de plástico.

A la hora de preparar la comida de los niños, mejor cocinarla en casa y siempre que sea posible con productos orgánicos que no han sido expuestos a fertilizantes ni a pesticidas. Y la higiene, también lo más natural posible, con productos ecológicos o con jabón natural en vez de las aromáticas opciones sintéticas llenas de sustancias químicas. Conviene recordar que los desinfectantes antibacterianos contienen triclosán o triclocarban, disruptores endocrinos.

Tanto si podemos construir nuestra propia casa como si optamos por habitar una vivienda ya existente, se aconseja optar siempre por los materiales más saludables y olvidarnos de las pinturas sintéticas, así como de los muebles con retardantes de llamas tan tóxicos para nuestro entorno.

Cuando llegue la hora de enviar a los niños al colegio, los productos fabricados con vinilo son especialmente desaconsejables por su potencial cancerígeno. Con todo, aunque no podamos protegerlos completamente de las sustancias tóxicas que nos rodean, si seguimos estas pautas, al menos minimizaremos el riesgo a que sufran, ellos y nosotros, enfermedades en el futuro.

Imagen: Flickr

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