En el Día Mundial del Agua, el lema escogido este año por Naciones Unidas, “Agua limpia para un mundo sano”, nos recuerda que el oro azul, base de la vida y una de las primeras palabras que aprendemos a pronunciar, es el recurso más maltratado por la humanidad. Cada segundo, muere un niño en el mundo por consumir agua en malas condiciones. Ese es también el origen del 88% de las enfermedades en los países en desarrollo. 1.100 millones de personas no tienen acceso al agua potable, 2.600 millones no disponen de saneamiento básico y los millones de seres humanos que sucumben por no tener agua lo hacen no por su escasez en el planeta, sino por su mala distribución.
Tras el invierno más lluvioso en 40 años, España tiene los pantanos al 80% de su capacidad. Los embalses ascienden a 1.231 o, lo que es lo mismo, hay una presa por cada 37.000 habitantes, lo cual nos convierte en el país con más presas por habitante. Sin embargo, nuestro caudal ecológico se sitúa en torno al 1-10%, muy por debajo del 33% recomendado por los científicos.
Las 75.000 vías hídricas españolas no gozan de buena salud. En gran parte de España, al soto fluvial se le ha negado su poder para ofrecer la buena calidad de vida que aporta en estado natural. Las riberas de los ríos, clave en la prevención de inundaciones, en la captación de CO2 y en la aportación de hermosos paisajes loados por nuestros literatos, sufren las consecuencias de una política del agua determinada por intereses económicos pero a la que no le salen las cuentas. Las inversiones en proyectos hídricos sin subvenciones públicas no son rentables y el coste ambiental también es muy elevado.
Falta mucho por alcanzar un verdaderamente responsable uso del agua. No sólo en términos de eficiencia y ahorro, que aunque no demasiado, algo hemos mejorado. La contaminación del agua es demasiado habitual y su reciclaje y reutilización todavía tienen un largo camino por delante. En este sentido, la bioconstrucción podría aportar mucho en un país que tiene pendiente la ordenación coherente del territorio. Una carencia que sufre especialmente el agua y con ella los ecosistemas acuáticos, que tan lejos quedan del imaginario general y que tanto dependen de una buena calidad del líquido elemento.
En la conciencia ciudadana tampoco está asentada la idea de que el agua es un bi en público. La aportación tecnológica privada puede ser fundamental en áreas hídricamente desfavorecidas. Por el contrario, su gestión tiene que garantizar el uso y beneficio público. Si no, imaginemos a cualquier ayuntamiento en época de crisis y que se quede sin presupuesto para afrontar el coste de unas depuradoras cuya gestión está en manos privadas.
Sin agua, no hay vida. Y el nacimiento y florecimiento de las principales civilizaciones y pueblos tuvieron lugar junto a las aguas, de ríos o mares. Sin embargo, su uso desproporcionado y descontrolado lleva a desastres como el del Guadina y las Tablas de Daimiel, por citar un ejemplo reconocible. La lección es que si cuidamos el agua, ella nos cuida; si la matamos, nos mata.
El naturalista Joaquín Araujo dice que “el agua es más puente que el puente” y en sus conferencias recuerda que el pictograma chino “honesto” significa “el que es feliz contemplando el agua limpia”.
Autor: Sonia Gómez Saiz – Ecogaia
Imagen: Kostas Kitsos
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