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Energía para automoción casi desconocida para el público

En la lucha contra el cambio climático, diferentes formas de energía alternativa se han aplicado a la industria de automoción: hidrógeno, biodiésel vegetal, etanol o energía eólica y solar. Todo ello ha permitido el desarrollo de vehículos eléctricos e híbridos. Sin embargo, existen interesantes formas de promover la eco conducción pero que no han llegado al mercado.

Hace más de una década se hizo bastante conocida la opción del aceite vegetal para alimentar a los vehículos convencionales. Unos cuantos pioneros probaron su éxito pero suponía un impedimento para pasar la ITV, así que la ideas quedó en desuso.

Máquina doméstica de biodiésel KDV 500. El Dr. Christian Koch, un alemán de 60 años, hace 5 que patentó esta máquina que convierte la basura doméstica, incluidos el papel y el plástico en un eficiente biodiésel. Su precio es una quinta parte del que se paga en el mercado. El creador aseguraba haber recorrido 170.000 km en su vehículo impulsado por este combustible sin ningún problema.

Etanol casero. La fabricación de nuestro propio etanol puede ser divertida, rentable y beneficiosa para el medio ambiente. El motor del coche funcionará de manera más limpia y se reducirán las emisiones. Es un proceso relativamente simple: sólo se necesita materia prima (maíz o cebada, por ejemplo, y levadura), un sistema para fermentar, otro para destilar y algo de cautela por los riesgos que implica. Y es que complejas reacciones bioquímicas tienen lugar al convertir la materia prima en azúcares fermentables que, a continuación, la levadura transformará en alcohol. Este se destila para lograr un etanol combustible de una pureza del 85-95 por ciento. Se trataría de un método similar al de la producción de bebidas alcohólicas como el whiskey o la cerveza, que durante un milenio se ha elaborado de manera doméstica. Otra cosa son los permisos que puedan necesitarse para implementar una mini destilería y después poder conducir legalmente el coche con nuestro propio combustible.

Sal marina. En 2003, el ingeniero John Kanzius descubrió por casualidad que la sal marina, en condiciones adecuadas, arde. Y lo hace cuando se pone en contacto con el generador de radio frecuencia que este inventor desarrolló también con éxito para eliminar las células tumorales. Ese mismo generador altera la compasión molecular de la sal, las moléculas de hidrógeno se vuelven volátiles y arden. A partir de ahí se empezó a especular con la idea de utilizar como combustible el agua del mar. Más del 72% de nuestro planeta está cubierto por océanos, con lo que se abrirían enormes posibilidades si se desarrollase esta línea de investigación. Si conviene o no es otra cuestión.

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