Eficiencia energética vs Incremento del suministro. Las previsiones de la Agencia Internacional de la Energía hablan de un aumento de la demanda cercano al 30% para 2020, con el consiguiente incremento de las emisiones de CO2 que están calentando al planeta. Sin embargo, como contrapunto, la enorme mejoría de la eficiencia energética no sólo evitaría que dicha demanda aumente en el mundo sino que para 2020 podría llegar a reducirse por debajo de los niveles de 2006.
Se puede reducir la cantidad de energía que utilizamos previniendo el derroche de calor y electricidad en edificios y procesos industriales, así como conectando sistemas eficientes para iluminación y aparatos. También se puede reducir enormemente el gasto de energía mediante la reestructuración del sector de transportes. Numerosas de las medidas relativas a la eficiencia energética se pueden lograr con relativa rapidez y el gasto lo asumirían ellas mismas.
A escala global, los edificios son responsables tanto de un gran consumo de electricidad como de materias primas. Como ejemplo, en la mayor economía del mundo, EE.UU., los edificios son responsables del 70% del consumo eléctrico y del 40% de la emisión total de CO2. Solamente el reajuste de estos edificios ya existentes con un mejor aislamiento y mejores sistemas de eficiencia, el recorte del consumo energético podría alcanzar entre el 20% y el 50%. Cifras que son perfectamente trasladables a este lado del Atlántico. Un grupo de arquitectos e ingenieros progresistas han creado en EE.UU el Arquitecture 2030 Challenge (El Desafío de la Arquitectura de 2030), con el fin de reducir dentro de los nuevos edificios un 80% el uso de combustibles de origen fósil para 2020, camino de lograr el nivel de neutral en emisiones en 2030.
Iluminación y electrodomésticos eficientes
La iluminación también ofrece grandes oportunidades de mejorar la eficiencia. Buena parte de la energía para iluminar se desaprovecha en forma de calor en vez de servir a la iluminación, con lo que la transición hacia sistemas de luz más eficaces pronto ofrecen compensación. Solamente el paso de bombillas convencionales hacia lámparas de bajo consumo, puede recortar el uso energético en un 75%, lo que se traduce en menos gasto y menos emisiones. Sin olvidar que estas bombillas eficientes duran hasta diez veces más.
Al sustituir una bombilla normal de 100w por otra eficiente, la energía que se ahorra durante el período de vida de la nueva lámpara permitiría a un Toyota Prius híbrido dar la vuelta a España por todo su perímetro y recorrer casi otros 400km más. Es decir, que si salimos de Cádiz y volvemos a esa ciudad todavía podríamos viajar hasta Jaén. Cerca de 4.700 km en total. Si el sistema de iluminación de todo el mundo fuera eficiente (hogares, empresas, calles…) el uso total de electricidad en el planeta caería en un 12%, equivalente a la producción de 705 plantas térmicas a base de carbón.
Las políticas europeas ya se están moviendo en este sentido y si todos los países de la unión sustituyeran las bombillas incandescentes por las de bajo consumo, se añadiría un ahorro de 20 millones de toneladas en emisiones de CO2, de acuerdo con Greenpeace. Por su parte, el Instituto Americano de Políticas de la Tierra mantiene que si todos los países hicieran lo mismo se podrían cerrar 270 centrales eléctricas de carbón de 500 MW y evitar la emisión de 200 millones de toneladas de CO2 al año.
De ahí la importancia que tiene el ahorro energético en el hogar y el uso exclusivo de los electrodomésticos más eficientes. Si establecemos comparaciones, en Europa una nevera media consume la mitad que un frigorífico estadounidense. Sin embargo, las neveras estadounidenses más eficientes utilizan, como mucho, una cuarta parte de electricidad que sus equivalentes europeas.
En Japón, el programa Top Runner Program marca los estándares de eficiencia futuros de acuerdo con los electrodomésticos mejores del mercado. Entre los años 1997-97 y 2004-05 este programa impulsó la eficiencia de las neveras en un 55%, la de los aparatos de aire acondicionado en un 68% y la de los ordenadores en un 99%. Su función es estimular continuamente los avances tecnológicos que puedan servir de ejemplo para el resto del mundo.
Incluso están en proceso de mejora los sistemas de “standby” de los aparatos, ese que permite que cuando están apagados pero no desconectados puedan llegar a sumar un 10% del total del consumo eléctrico en el hogar. Igual que el sistema de modo de espera surcoreano límite 1 wattio, los demás diseños eficientes estarán en funcionamiento en 2010. Con ellos, los consumidores podrán cortar fácilmente el flujo innecesario de corriente hacia aparatos que no están encendidos.
Ahorro en la gran industria
La modernización de la gran industria generadora de emisiones, como la química o la petroquímica (incluidos plásticos, fertilizantes y detergentes), acero y cemento ofrece grandes posibilidades de reducir la demanda energética. Sólo el reciclaje de plásticos y su producción de forma eficiente podría recortar casi en una tercera parte el uso de electricidad por parte de las petroquímicas. Por otro lado, cada año se producen más de 1.000 millones de toneladas de acero para utilizarlas en automoción, electrodomésticos, construcción y otros productos. Mediante el uso de altos hornos eficientes y el impulso del reciclaje se puede reducir el gasto de energía de esta industria cerca del 40%.
Ese mismo porcentaje puede reducirse dentro del sector cementero adoptando la tecnología más eficiente en hornos secos, como la utilizada en Japón. Casi la mitad de la producción mundial de cemento, que alcanza 2.300 millones de toneladas, procede de China, lo que supone más de lo que producen conjuntamente los 20 países que le siguen.
En España las emisiones de CO2 del sector eléctrico se redujeron un 14 por ciento durante el mes de enero, debido al uso de energías renovables como la hidráulica y la eólica, según se desprende del último 'Observatorio de la Electricidad' publicado la organización ecologista WWF/Adena.
Mejorar el transporte
Un sistema de transporte bien diseñado también jugaría un papel predominante en la mejora de la eficiencia energética. Los sistemas dominados por los automóviles y que en un principio ofrecían movilidad ahora tienden a generar congestión y polución. La reestructuración del transporte urbano alrededor del tren, los tranvías y los autobuses de tránsito rápido que cuenten con sus propios carriles, no sólo facilita la accesibilidad para peatones y ciclistas, sino que además soluciona los problemas creados por el concepto “el coche es el rey” y ahorra energía.
Gran parte de esa energía ahorrada en el sector procede de la electrificación de los sistemas ferroviarios y de viajes cortos por carretera, al tiempo que se sustituye al petróleo por fuentes de energía renovable. El transporte público es clave. Las líneas ferroviarias de alta velocidad entre ciudades pueden trasladar a la gente rápida y eficientemente, reduciendo los viajes en coche y por avión.
En el caso de los vehículos personales, es fundamental mejorar el ahorro de combustible. Los coches eléctricos híbridos, recargados por electricidad generada por el viento y el sol permitiría los viajes cortos en coches de bajas emisiones que sólo necesitarían el tanque del combustible para los desplazamientos largos. En los próximos años sistemas de este tipo estarán en el mercado de la mano de Toyota, General Motors, Ford y Nissan. Si a la nueva tecnología automovilística se suma la creación de granjas de energía eólica y solar, la recarga limpia de baterías sería más accesible, con lo que bajaría el consumo de petróleo y por tanto de emisiones, sin olvidar que al conductor esa recarga le costaría el equivalente a menos de un euro por cada cuatro litros de gasolina.
En conclusión, invertir en eficiencia energética para compensar el incremento de la demanda a menudo resulta más barato que expandir el suministro para garantizar dicha demanda. Las inversiones en eficiencia suelen ofrecer un alto nivel de rendimiento y pueden contribuir a frenar el cambio climático al evitar emisiones adicionales de CO2.
En evidente contraste con las previsiones de un 30% de aumento de la demanda de energía, planteadas por la Agencia Internacional de la Energía, únicamente poniendo en práctica las medidas de eficiencia llevaría a un descenso del 6% en la demanda global de energía primaria, con lo que en 2020 podríamos volver al nivel de 2006. Más allá de estas ganancias en productividad, dado que la producción mediante combustibles fósiles genera grandes cantidades de calor residual que supone un derroche energético, el cambio hacia las fuentes de energía renovables, otro paso clave en la estabilización del clima, reduciría incluso más dicha demanda de energía primaria.
Fuente: Earthpolicy org. / Ecogaia