En Sanzoles del Vino, Zamora, a casi 800 metros de altitud, con un clima continental extremo, la vida ha renacido sobre unos terrenos degradados por el pastoreo excesivo y los cultivos intensivos. Viñedos autóctonos, respeto y amor por la Naturaleza, trabajo, experiencia familiar y conocimientos han logrado el milagro de recuperar la biodiversidad del entorno y la recompensa de un vino ecológico con poderes curativos. Detrás está la mano de María Alfonso Hernández, ganadora del premio Fundación Biodiversidad 2009 en la modalidad de liderazgo e innovación como mujer en el medio rural.
En él creció, impregnándose de tradiciones agrarias, de la sabiduría del campo y del valor del trabajo en equipo para lograr caldos excelentes. La licenciatura en Ingeniería Técnica Industrial Mecánica completó su bagaje para hacer realidad un sueño: desarrollar un trabajo sostenible en el viñedo y la bodega.
Entre las cepas de la empresa familiar, viña Zangarrón, la madre tierra pone todo de su parte para que el ecosistema de plantas y animales proteja la evolución de la vid y su fruto. Allí no tienen cabida pesticidas, herbicidas ni otros productos químicos que debiliten a la planta. Sólo el abono natural mezclado con los sarmientos de la poda ha hecho rezumar al suelo de minerales.
La exposición a las condiciones climáticas límite, la falta de agua y la presencia de depredadores e insectos no hacen otra cosa que fortalecer e inmunizar a la planta. Porque la naturaleza es sabia. “Se trata de estresar a la viña, exponerla a condiciones extremas para que ella produzca anticuerpos, para que reaccione constantemente y se defienda”, afirma María Alfonso, cuya bodega ostenta varias patentes de elaboración consecuencia de un gran trabajo de investigación.
El resultado es una uva salvaje cargada de anticuerpos, con más antioxidantes y sustancias beneficiosas para la salud. Su vendimia es muy selectiva y cuidadosa. La sabiduría artesana y el ingenio permitirán que el fruto logre su máxima expresión. La bodega produce una décima parte de su potencial comercial, porque el objetivo último es la calidad. Incluso cuenta con un lagar en uso de más de doscientos años, excavado en piedra y que funciona con un sistema del tiempo de los fenicios.
Vino Ecológico viña Zangarrón (Imágenes: Fundación Biodiversidad) |
Beber el vino Volvoreta, nacido de las prácticas biodinámicas, no sólo contribuye a la conservación de la biodiversidad, sino también a proteger nuestras arterias, a retrasar el envejecimiento, a prevenir el desarrollo de tumores o a ejercer de paliativo en procesos cancerígenos, gracias a los 200 compuestos fenólicos que contiene. Así lo avalan diferentes estudios médicos, como los de la Universidad de Barcelona o los del Consejo Superior de Investigaciones Científicas.
El enoturismo-ecoturismo, así como la labor de divulgación y educación entre estudiantes y público general también tienen cabida en la actividad de esta bodega zamorana que ha logrado numerosos galardones y reconocimientos internacionales. Esperan que sus métodos, en consonancia con el ciclo de la vida, se mantengan en las generaciones futuras.
En esta tierra de vino, hace 15 años no fue fácil crear la primera bodega ecológica de la zona. Fue cuando el padre de María se dio cuenta de que los productos químicos no eran buenos para las plantas, la tierra, el agua del entorno o el consumidor. Decidió que la viña iba a dar lo que diera, pero de forma natural.
Ahora la gente ya está más informada sobre la agricultura ecológica. Para la familia Alfonso no es una moda. “Tenemos que darnos cuenta de que lo natural es no contaminar. No nos hemos equivocado con la opción que elegimos”, asegura María, que además de cultivar la Tinta de Toro, continúa con su trabajo de recuperación de cepas autóctonas “raras” que están en peligro de desaparición. A ver qué sorpresas nos deparan.
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