En tiempos de crisis, con sus fuertes limitaciones en la concesión de préstamos bancarios, el microcrédito para crear riqueza sube a la palestra con fuerza.
Los pobres sin garantías para la banca tradicional se convierten en los protagonistas del impulso.Estos pequeños préstamos permiten a las personas sin recursos del mundo en desarrollo financiar proyectos laborales para subsistir y crecer, además de escapar de los usureros locales que llegan a cobrar intereses anuales de entre el 1.100% y el 2.200%.
El concepto y la práctica del microcrédito lo inició el catedrático de economía Dr. Muhammad Yunus, que comenzó en 1974 la lucha contra la pobreza en su tierra natal, Bangladesh, sumida en la hambruna.
El primer préstamo que concedió salió de su propio bolsillo para financiar a una mujer que hacía muebles de bambú y cuya familia pronto se benefició de las ganancias. En 1976, Yunus fundó el Banco Grameen para hacer préstamos a los más necesitados de Bangladesh. Desde entonces, la entidad ha desembolsado alrededor de 6.000 millones de dólares en pequeños créditos a 7,4 millones de emprendedores de Bangladesh. Allí, el Grameen también funciona como banco de ahorro, hace préstamos a familias y a la educación y está implicado en proyectos de áreas tan diversas como las telecomunicaciones, la producción alimentaria o la energía solar.
Ofrecer ayuda antes de que la pidan
Siguiendo su modelo de autosuficiencia para el mundo en desarrollo, Yunus no espera a que se le pida ayuda, sino que acude allí donde se necesita ese apoyo financiero. Donde ve un problema, busca la solución generando empleo y riqueza. Ejemplos de ello son la idea y financiación de una factoría de yogur en una zona donde los niños tenían muy pocas posibilidades de sobrevivir a la desnutrición; o la creación de una corporación de aguas en una región donde la población enfermaba al beber agua contaminada, la única de que disponían.
Muhammad Yunus, Premio Nobel de la Paz y Premio Príncipe de Asturias a la Concordia, no cree en la caridad porque es un dinero de ida sin vuelta. De nada sirve regalarle dinero a alguien que no tendrá para comer el mes siguiente. Es más importante proveer de trabajo, entrenamiento y/o recursos financieros para que estas mismas personas puedan generar riqueza. La inversión en proyectos sociales supone precisamente eso, crear riqueza, empleo e independencia, el dinero va y vuelve multiplicado.
Casi el 95 por ciento de los préstamos del Banco Grameen se han otorgado a mujeres, que sufren de forma más pronunciada la pobreza y porque es más probable que reviertan sus ganancias para cubrir las necesidades de toda la familia.
A diferencia de las grandes entidades financieras, la devolución de los micropréstamos es prácticamente del 100%, ya que la base para su concesión es la confianza en la honestidad del prestatario, que hará todo lo posible para estar a la altura.
El modelo salta a Occidente
Este modelo de banca para los pobres inevitablemente llegó al ámbito occidental, si bien con un alto riesgo de perder su carácter de inclusión. La fórmula inventada 40 años atrás permitiría inventarse trabajos en Occidente, con el inconveniente de que el microcrédito de nuestro ámbito se parece más que a nada a un producto financiero estándar.
Si en Francia, Inglaterra, EE.UU. y Australia están gestionados por ONG que tienen convenios con instituciones financieras próximas a su tesis social, en España son las Cajas de Ahorros las que, en su mayoría a través de la Obra Social, copan el 95% de los micropréstamos, destinados principalmente a personas con riesgo de exclusión laboral, social y financiera y que no cuentan con avales.
En nuestro país, las comunidades que más recurren a esta modalidad de financiación son Madrid y Cataluña. La cantidad concedida no suele superar los 10.000 euros, que se otorgan en casi un 75% a inmigrantes, -latinoamericanos en tres cuartas partes-. A continuación, como destinatarios se encuentran los parados de larga duración, hogares monoparentales y jóvenes desempleados.
Las mujeres reciben el 60% de los préstamos y entre ellas el 75% son latinoamericanas, el 13% españolas, el 11% proceden de África, el 1,4% son asiáticas y el 10% de la Unión Europea, -especialmente de Bulgaria y Rumanía-.
El principio de partida es que los microcréditos se conceden a emprendedores con una idea viable, ya que es precisamente la viabilidad de los proyectos de negocio la que se establece como principal garantía en la devolución del dinero prestado. Los intereses de devolución se sitúan entre el 4% y el 6%, con un plazo de reembolso de entre tres y cinco años.
Inversión contra la precariedad económica
Cabe destacar que el 42% de los emprendedores en España se encuentra por debajo del umbral de la pobreza y, según el último estudio del Observatorio de la Pobreza 2004, en el momento de solicitar el microcrédito la mayoría presentan una situación de precariedad laboral. De ahí el convenio establecido en 2008 entre los ministerios de Industria e Igualdad y la Confederación Española de Cajas de Ahorro (Ceca) para impulsar los microcréditos a proyectos de creación de empleo que no cuentan con aval. El acuerdo supone un complemento al programa de microcréditos que desde 2001 tienen en funcionamiento la Dirección General de la Pequeña y Mediana Empresa y el Instituto de la Mujer.
En un ámbito donde además de las Cajas de Ahorro participan entidades de la economía social o del Tercer Sector y el Instituto de Crédito Oficial (ICO), entre 2001 y finales de 2007 se financiaron 9.861 operaciones por un monto total de 95,03 millones de euros. En 2007 aumentó en un 5,3% el número de préstamos que contribuyeron al establecimiento de 3.080 empresas, un 10,1% más que el año anterior, lo que posibilitó la creación de 4.900 puestos de trabajo.
El 20% de los préstamos concedidos se destinan a negocios relacionados con el comercio, mientras que el 12% van a la hostelería. El 11% de los microcréditos sirven para montar peluquerías, centros de estética y otras pequeñas empresas de servicios personales. Las tiendas de alimentación y otras actividades como las reformas y la construcción acaparan el 10% de las ayudas financieras.
La concesión de esos préstamos implica un escrutinio mucho más exhaustivo, lo que puede demorar su entrega diez veces más de lo que suele costar obtener un crédito hipotecario. Pero, una vez logrado, el 90% de los negocios que se ponen en marcha con la ayuda de un microcrédito suele superar los dos primeros años de vida, que es el período más vulnerable. Si bien hay que señalar que además del préstamo suele haber algo propio que aportar al proyecto, ya que si no se tiene nada previamente es más difícil sacar adelante una idea de negocio.
Con todo, las entidades de microcrédito han demostrado ser un instrumento fundamental para luchar contra la pobreza en un mundo de 6.500 millones de habitantes donde hay 2.800 millones de personas que ganan menos de dos dólares diarios. Se estima que existen más de tres mil instituciones en el mundo dedicadas a las microfinanzas. Entre todas, atienden a 120 millones de personas, lo que supone el 15% de su mercado potencial, que se sitúa en 4.000 millones de personas. Es decir, que todavía queda mucho camino por andar y muchas oportunidades que desarrollar, también en tiempos de crisis.
Fuente: Ecogaia