El invierno con sus días más cortos, la falta de ejercicio al aire libre y los excesos cometidos en la navidad llevan a muchas personas a sentirse en “modo hibernación”, permanentemente cansadas y soñolientas, e incluso experimentar síntomas serios de depresión. Se trata del Trastorno Afectivo Estacional, o comúnmente bajón invernal cuando se da en esta época. Se puede aliviar con medidas sencillas, siempre que no se desarrolle un cuadro clínico que requiera tratamiento médico.
Si levantarnos por las mañanas supone un esfuerzo enorme, nos medio arrastramos el resto del día, perdemos interés en las actividades que habitualmente disfrutábamos y tendemos a comer carbohidratos de manera compulsiva, posiblemente sufrimos el bajón del invierno. No hace falta recurrir a los antidepresivos. Una mayor exposición a la luz natural y las caminatas al aire libre mejorarán los síntomas.
Lo ideal es exponernos a la luz diurna principalmente entre las 6 y las 8 de la mañana, algo poco factible en invierno. Sin embargo, sí podemos iluminar nuestro entorno doméstico y laboral con luz de espectro total, que emula los rayos solares y puede paliar la deficiencia lumínica que sufre nuestro organismo. Mejorará nuestro humor, nuestra actitud y también nuestra productividad.
Aún así, cualquier excusa es buena para salir al exterior, incluso aunque esté nublado. Es preferible hacer una comida menos copiosa y aprovechar el tiempo de descanso para estirar las piernas en los alrededores. Si además podemos andar con cierta rapidez, incluso mejor, porque hay estudios que mantienen que el ejercicio aeróbico ayuda a aliviar los síntomas de la depresión al generar seratonina.
Precisamente detrás del bajón invernal está la falta de seratonina, un neurotransmisor cerebral que nos hace sentir bien y que podemos lograr mediante ciertos alimentos. Es el caso del pavo, la leche, la clara de huevo o las pepitas de calabaza porque contienen triptófano. Este es un aminoácido precursor de la seratonina que también podemos encontrar en cápsulas.
En todo caso, una buena nutrición es fundamental para evitar los síntomas de la depresión en cualquier época del año. Nuestro cerebro necesita materia prima para elaborar neurotransmisores. Resulta esencial la ingesta adecuada de vitaminas del grupo B, especialmente la vitamina B6 y el folato, Para ello no deben faltar en nuestra dieta las legumbres, los vegetales de hoja verde, los espárragos, la remolacha, los cítricos y los frutos secos, incluidas las pipas de girasol. Si lo hacemos, probablemente tampoco nos falte magnesio, cuya carencia a su vez provoca cansancio, depresión y nerviosismo. Pero si queremos asegurarnos de estar cubiertos, siempre se puede acudir a los complementos o a una buena taza de cacao.
Arrancar la jornada con una papilla de avena es otro buen consejo para calentar motores en invierno. Como sustituto, su tintura puede ayudar a contener el impulso desmesurado a ingerir lo que no debemos. Mientras, el ginkgo biloba ayuda a ponernos las pilas y no nerviosos, en contraste con el café. También está probado que la hierba de San Juan alivia la depresión ligera. Se puede cultivar en casa y prepararla fresca en infusión o tomar en extracto o cápsulas. Claro, que nunca hay que tomarla con antidepresivos y, si se consume, evitar la ingesta de queso y vino tinto.
Además evitar la cafeína y el alcohol es otra recomendación que hacen los profesionales ante un cuadro de Trastorno Afectivo Estacional, ya que estas sustancias pueden acentuar los cambios de humor.
Como corolario, una lámpara de aromaterapia complementaría todos los buenos hábitos que ponemos en práctica para combatir el bajón invernal. Unas gotas de lavanda, geranio, angélica, camomila, limón, enebro, menta o romero son buenas opciones tanto para aromatizar la estancia como para mejorar nuestro estado de ánimo y tal vez practicar yoga en estos días de frío y falta de horas de luz.
Sonia Gómez Saiz
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